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Pueblo mío, ¿no te acuerdas que cuando Balac, rey de Moab, trató de destruirte por medio de las maldiciones de Balán, hijo de Beor, y que yo, en lugar de ello, hice que este profeta te bendijera y te expresara un gran futuro? Bien sabes que te he mostrado mi misericordia múltiples veces. ¿Es que acaso no recuerdas cómo dividí el torrente del río Jordán para que pasaras en seco de la orilla de Sitín a la de Guilgal? ¡Recuerda las obras extraordinarias que he hecho siempre en tu favor!».

«¿Cómo podemos compensar todo el mal que hemos hecho?», preguntan. «¿Nos presentaremos ante el Señor con ofrendas rituales muy valiosas, como por ejemplo becerros de un año? ¿Se sentirá satisfecho si le ofrecemos como ofrenda mil carneros o diez mil litros de aceite? ¿O tendremos que ofrecerle en sacrificio al mayor de nuestros hijos para que nos perdone por nuestros pecados?».

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